Transmettre à ses enfants 

Transmítelo a tus hijos

Cuando éramos niños, compartimos momentos preciosos con una persona a la que amamos profundamente, cuando esta persona se tomó el tiempo de contarnos, de explicarnos y de darnos, queda en nosotros esa huella imborrable que es la huella de la memoria . Estas nociones que nos han inculcado, que quedan grabadas, nos acompañan cada día, nos estructuran, nos fortalecen y nos tranquilizan.

Todo comienza con el ejemplo

¡Da y no esperes nada a cambio! ¿No es eso amor incondicional? La delicadeza de ciertos gestos, tomarse el tiempo para escucharse, tranquilizarse, hablarse.

No podemos esperar un comportamiento ideal de nuestros hijos; ¡Así como nosotros, los padres, no siempre somos perfectamente ejemplares, obviamente! Se trata simplemente de encontrar el equilibrio adecuado, de intentar templarnos cuando estamos (realmente) enojados, de estar atentos a las necesidades de quienes nos rodean, de saber cuestionarnos, de disculparnos, de dejar de lado el orgullo. pedir las cosas con educación, respetar nuestras pertenencias y nuestro entorno, cuidar a las personas que queremos... cada uno de nuestros gestos, cada uno de nuestros comportamientos son analizados, absorbidos e interpretados por nuestros hijos. Así es como les transmitimos (a veces incluso de forma inconsciente) lo que nos gusta. Al ser nosotros mismos, son conscientes de quiénes somos y poco a poco se van inspirando en ello para adaptarlo a su personalidad.

Algunos valores esenciales

Cuando nos convertimos en padres, sólo queremos lo mejor para nuestros hijos. Sobre todo, su seguridad, su felicidad, su bienestar, su feliz desarrollo…

A medida que crecen, necesitan comprender y luego adquirir ciertos conceptos:

- El respeto por uno mismo, el respeto por los demás, componente importante en la personalidad de cada uno. Teniendo conocimiento de ello y tomando conciencia de ello, esto no puede anclarse sin asociarle la benevolencia. Los valores no se pueden entender sin ser transmitidos porque todo lo siente, por un niño, a través de conductas, gestos, palabras, a través de la forma en que vivimos nosotros, sus padres.

- Aprender a cuidar los objetos, a tener sentido del esfuerzo, a tener confianza en uno mismo, a ser educado, a aprender a compartir, a perdonar, a disfrutar del momento presente...

La base

La base de una transmisión de valores pasa, en última instancia, sobre todo por una arraigada confianza en uno mismo gracias a la realización en un entorno seguro . Depende de nosotros, los padres, brindarles esta seguridad estando abiertos a la discusión, explicándoles el por qué y el cómo (no siempre es fácil, ¡hacemos lo mejor que podemos!), enseñándoles la noción de libertad de pensamiento para tener la perspectiva necesaria y así poder desarrollar su pensamiento crítico .

Una vez establecida la confianza, ésta ofrece un campo (casi) ilimitado de descubrimientos (bienvenido a la experimentación) porque el niño se siente a gusto y, sobre todo, internamente seguro (¡escudo activado!).

Libertad de pensamiento

“No hagas esto, no hagas aquello, ven aquí, ponte allí” como decía Jacques Dutronc en la famosa canción “No hagas esto, no hagas aquello”; Tenemos una pequeña idea de la educación de finales de los años 60: imponer sin explicar.

A veces tenemos que admitir que recurrimos a ello, por falta de energía, de paciencia o de ideas... Y sin embargo, los adultos, agradecemos la comprensión y las explicaciones, ante una complicación; nos ayuda a cuestionarnos, superar obstáculos y seguir adelante.

¿Por qué los niños no deberían tener también derecho a ello? ¿ No es el diálogo una solución para aliviar las complicaciones?

Explicárselo les permite dar un paso atrás y, sobre todo, comprender que cualquier contradicción con sus deseos no es (necesariamente) sólo una injusticia.

Lo principal es que comprendan lo que queremos enseñarles y esto no debe verse como algo malo. Se trata, pues, de intentar presentárselo con amabilidad, paciencia, escucha y explicaciones.

Autoconocimiento a través de tu cuerpo

Si no nos respetamos a nosotros mismos ¿cómo podremos respetar a los demás?

Cuidarse significa hacer el bien para sentirse bien. ¡Fácil!

Hacer el bien sin duda pasa por el cuerpo, por la práctica de un deporte y también por la piel. El autoconocimiento proviene de aprender a cuidar de uno mismo desde muy pequeño. Cada ser, en armonía consigo mismo, exuda un aura beneficiosa y tranquilizadora.

Cuando la piel descubre nuevas texturas se despierta la curiosidad; cuando la mente se siente alineada con lo que practica el cuerpo, cada sensación es saboreada, aprendemos a escucharnos y conocernos .

Compartir con ellos estos momentos de aprendizaje y descubrimiento son recuerdos clave en su memoria (¡y en la nuestra también!).

Más allá de la huella que queda, la huella es inolvidable.

Roma no se construyó en un día

Nuestro trabajo de cada día irá dando frutos poco a poco, se construirá y crecerá al mismo tiempo que nuestros hijos.

¡Ten paciencia, los resultados no siempre son inmediatos! Mientras tanto, ¡aprovechad estos momentos de compartir, tomando tiempo para estar juntos y dando un lugar central a la perseverancia!

Nada se transmite sin pasión

Sin imponer nada, sólo sugerimos. Sin forzar, sólo proponemos. Elegimos transmitirles nociones básicas que son importantes para nosotros, ayudarlos a descubrir lo que nos gusta, lo que nos hace felices, lo que nos hace sentir bien, compartir con ellos nuestras pasiones , transmitirles lo que nos gustaría. . para perdurar a través de las generaciones , un lote benevolente de lo que el tiempo nunca podrá borrar.

Transmitir es compartir ; son pruebas de amor, momentos de complicidad, de dulzura; es tiempo de dedicarlo a asegurar su bienestar interior.

Y finalmente, ¿hemos pensado también en escuchar lo que tienen para ofrecernos, lo que les gustaría compartir? Escuchándolos, nos damos cuenta de que ellos también tienen cosas que transmitirnos, ¡con pasión y asombro!